jueves, 7 de enero de 2010

LA ARGENTINA Y EL CAMBIO CLIMÁTICO



El ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina, Jorge Taiana, pidió que los países desarrollados cumplan sus objetivos de reducción de emisión. Sin embargo, se continúa promoviendo el Proyecto de la Central Térmica de Río Turbio, basado en el uso intensivo del carbón como combustible para producir electricidad de indudable contribución en las emisiones de gases que provocan el calentamiento global.
Terminada en Copenhague la 15 Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (conocida como COP15), en la que se reunieron representantes de 125 países y participaron 45 mil personas, resulta frustrante que tanto esfuerzo no haya servido para alcanzar el esperado acuerdo que establezca obligaciones para la reducción de emisión de gases de efecto invernadero, superador del Protocolo de Kyoto.
También hay frustración por el modo arbitrario en que se llegó al acuerdo, al priorizar la voluntad de algunos pocos países y con algunos desprecios institucionales hacia la sociedad civil que estuvo presente.
El tibio compromiso alcanzado implica que los países desarrollados definirán el número de porcentaje de dióxido de carbono (CO2) por reducir en enero próximo.
De todos modos, los Estados Unidos, China, India y Sudáfrica llegaron a un acuerdo que deja para febrero de 2010 el establecimiento de los objetivos de reducción de CO2, el principal gas contaminante de efecto invernadero.
Los Estados Unidos y China suman, juntos, 40% de la contaminación global, por lo cual, si bien no resulta suficiente, implica un buen comienzo.
La cumbre terminó con un acuerdo mediante el cual los países ricos se comprometen a un objetivo conjunto de reducción de gases de efecto invernadero en, al menos, 80% para 2050, para poder mantener así el objetivo de los dos grados (como máximo) de incremento de la temperatura global.

La ayuda de los países desarrollados para que los menos favorecidos puedan luchar contra el cambio climático se elevará a 30 mil millones de dólares para los tres próximos años y a 100 mil millones de dólares anuales en 2020.
El texto del acuerdo incorpora un sistema de transferencia tecnológica y reconoce el papel crucial de la reducción de emisiones a través de un programa de reducción de la deforestación y la degradación de los bosques (REDD) y la necesidad de aportar incentivos que ayuden a tales acciones.
Identificadas la deforestación y la degradación de los bosques como importantes fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero, la preservación de los bosques existentes ha sido propuesta como una de las maneras de mitigar el cambio climático.
No se trata de un acuerdo vinculante, sino de principios y pautas orientadoras. De un acuerdo adoptado en el contexto de un sistema global ineficiente, donde la autoridad de implementación y de ejecución es retenida por los Estados nacionales.
En este contexto, el acuerdo resulta un paso hacia nuevos estadios de evolución para alcanzar una implementación concreta.
El ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina, Jorge Taiana, expuso en Copenhague que se adhiere a la posición del resto de las naciones en vías de desarrollo y pidió que los países desarrollados asuman sus responsabilidades en este proceso y cumplan sus objetivos claros de reducción de emisión (de dióxido de carbono), faciliten los fondos para la mitigación y adaptación (al cambio climático) y faciliten la transferencia tecnológica.
Sin embargo, resulta penoso que mientras se realizan esas afirmaciones se continúe promoviendo el Proyecto de la Central Térmica de Río Turbio, cuyo funcionamiento está basado en el uso intensivo del carbón como combustible para producir electricidad de indudable contribución en las emisiones de gases que provocan el calentamiento global.
En la actualidad, el carbón es el primer combustible en ser reemplazado por otras fuentes de energía. La razón fundamental, tal como quedó expuesto en el acuerdo de la COP15, es la urgente necesidad de reducir las emisiones de gases que provocan el fenómeno del calentamiento global.
Por esa razón, si todos los países optan por reducir sus emisiones de CO2, la Argentina debería actuar en la misma dirección.

Es imprescindible un cambio de visión mundial sobre nuestra relación con la naturaleza, sobre el consumo de los limitados recursos naturales, y para ello debiéramos comenzar por nuestro propio país.

El Universal
06/01/2010